“Reconozco la belleza que habita en lo más profundo de toda realidad”.
Hay una mirada que todo lo transparenta, una mirada diáfana capaz de ver la profunda realidad de todo cuanto existe, esa visión cristalina se hace nítida solo en una posición abierta, abierta del todo al núcleo mismo de la existencia.
La mirada autoreferenciada se centra demasiado en algo muy concreto, muy para mí y lo mío, esa es cerrada, es estrecha y acotada, no tiene alcance ilimitado, acaba en el límite que marca el propio cuerpo. Esa mirada tiene barreras, diques y fronteras, no puede alzar la vista hacia un horizonte infinito, la finitud de su piel le devuelve a su ombligo, y en lo suyo se enreda sin fin y sin fondo, no hay salida.
Solo yendo más allá de los límites del yo, el “no yo” te encuentra, sólo cuando abandones el apego a lo irreal, lo real cae en su propia cuenta.
La existencia se muestra abierta cuando has bajado la guardia, cuando te rindes, y te das permiso para soltar las riendas, solo en ese momento se caen los muros de la ya conocida referencia, y se abre el TODO para vivirte a sus anchas, como una partecita amada, porque no está separada.
No dejes que tu mirada se quede pegada al espectáculo. Deja que las escenas pasen, solo es un continuo de realidad, no se trata de aferrarse ni al teatro ni a los personajes, solo has de dejar que pasen, solo has de permitir que sean.
Si viajas hacia adentro, te topas con una inmensidad dilatada, hay un vacío, una nada fértil y plena, en esa nadeidad te encuentras del todo porque te has atrevido a soltar las riendas de un yo, empeñado en llevar un control ajeno.
No está en la personalidad el descanso, la personalidad solo ve a sus iguales, a los que no son como él no los puede amar, no los reconoce, los rechaza.
No es la personalidad la puerta hacia esa mirada transparentada, no tiene el yo el descanso anhelado, solo viviéndote desde otro lado, el amor fluye sin sujetos, el flujo no viene de lo acotado y no hay cosa más acotada que un yo encapsulado dentro de los límites de un cuerpo.
No está en la mente el sosiego, la mente etiqueta, clasifica, secciona y fragmenta, prefiere, rechaza, desea y se atormenta…. Solo soltando las riendas mentales, la mirada del universo te alcanza más allá de ella, toma la CONCIENCIA las riendas y te lleva en volandas, te hace fluido de su flujo, solo puede ser así cuando no hay obstáculos.
No está el descanso en la identidad, la identidad aferrada a un yo solo ve de forma identitaria, solo a los míos, mis iguales, mi tribu, mi grupo, mi partido, mi familia, mi lengua, mi país, mis amigos, mi tradición, mis creencias, mi cultura, mis ideas…… Quien se mantiene aferrado a una identidad, no alcanza a transparentar su mirar.
Si te vives como persona separada de las otras personas, entras en competición, en comparación, los vives como amenaza……no está en la mirada personal la mirada esencial.
Solo si te vives como la existencia completa, la que abarca todo, la que todo lo contiene, fundida con todas las formas de una única creación planetaria puedes decir soy tú, soy río, cascada, montaña, hierba, piedra, ruiseñor….
Entonces verás lo esencial que habita en la profundidad de todo cuanto existe, y caerás rendido ante los pies de toda forma, cantarás con las voces de toda la biodiversidad y abrazaras la pluralidad, porque reconocerás quién o qué eres en realidad, y no habrá más esfuerzo ya, que dejarte SER en toda tu totalidad, solo así tus labios podrán decir: TE VEO, mientras tu cuerpo, que ya no será tuyo, se inclina con admiración ante toda la realidad sin excepción.