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Adictos al pensamiento

    No podemos dejar de pensar ni por un segundo, creemos que, si no pensamos, no somos.

    La mente parece un mono enjaulado que salta de rama en rama, cazando ideas como si

    fueran plátanos.

    La velocidad en la que se desplaza el mono, no es la velocidad de la existencia, en ella todo

    está más ralentizado.

    No dejamos espacio entre un pensamiento y otro, no le damos tregua a la mente para que se

    tome un respiro, vive acelerada, saturada de información, de acción y de contenido.

    Es en esa tregua donde precisamente se abre una fisura, esa obertura nos pone en contacto

    con el único fondo de descanso, ese fondo está vacío, y es en ese vacío donde la mente puede

    llegar a apaciguarse, y dejar de tomar las riendas de una existencia que no le pertenece.

    No se trata de dejar de pensar, no podemos, la mente hace lo suyo; pero sí podemos dejar de

    seguir el curso de los pensamientos, encontrar la paz en ese fondo y conectar con el silencio,

    sabiendo que es desde ahí, desde donde todo emerge.

    El cerebro necesita descanso, para que se active la red neuronal por defecto hace falta una

    pausa, sin pausa el cerebro no se oxigena, y con la falta de oxígeno nos ahogamos.

    La creatividad surge en esa detención, cuando dejamos de seguir los estímulos exteriores y nos

    volteamos hacia dentro, se abre un espacio, se descubren facetas de nosotros mismos que

    estaban ocultas, porque no las atendíamos, y responden más a lo que realmente somos, que a

    esa búsqueda incesante de todo y de todos: talleres, cursos, actividades, vacaciones, placeres,

    viajes, fiestas, cenas, cervezas, gente, información, planes… ¿todo eso para qué?, quizás el paraqué ni siquiera nos lo preguntamos.

    La realidad es que en cuanto acaba el fiestón, sea cual sea el contenido, volvemos a nosotros

    mismos, y en esa quietud no nos soportamos, porque todo nos parece neutro y aburrido.

    No se trata de dejar de vivir, sino de dejar de drogarnos.

    Casi nunca estamos solos y en silencio, queremos estar en contacto con otros que nos saquen

    de nosotros.

    La pausa no llega nunca, siempre la aplazamos, siempre hay algo mejor que hacer que estar

    con nosotros mismos.

    El estímulo externo es como un imán, que nos lleva de una cosa a otra sin descanso, los días

    parece que tienen más sentido, cuantos más planes tenemos, es una adicción, queremos

    consumir acción a cualquier precio, y vamos tras esa adrenalina todo el tiempo, hacemos lo

    que sea para recibir la dosis diaria, que nos haga sentir que esto de estar vivos, merece la

    pena.

    Soltar la adicción genera mono, y nunca encontramos el momento, y para evitar esa sensación

    de carencia que genera tanta ansiedad, no nos paramos.

    Quizás mañana descanse un poco me digo a mí misma y me convenzo, ahora necesito

    desahogarme, desconectar, socializar, desfogar, divertirme, distraerme…en fin que la mente

    encuentra siempre como salirse con la suya, para que sigas consumiendo más de lo mismo

    hasta la saciedad y el hartazgo, aunque la resaca nos recuerda que nos hemos pasado, a los

    dos días se va, y volvemos al ruido, al ya conocido más de lo mismo.

    Sostenernos en la no acción da vértigo, más en el SER que en el HACER da miedo.

    Solo paramos cuando no tenemos más remedio: un accidente, una enfermedad, una caída…el

    cuerpo nos habla, nada está separado de nada. Si no lo escuchamos, vuelve a darnos un

    toque, quizás esta vez más grave, si el susurro no se escucha, el grito seguro que se atiende; y

    si ni a gritos, a lo mejor nos vamos de aquí, sin habernos enterado realmente que supone esto

    de estar VIVOS.

    Si no guardamos silencio, nunca sabremos que quiere la VIDA manifestar a través nuestro.

    Pasamos los días entretenidos, demasiados juguetes, demasiados narcóticos…, muchos de

    nosotros sin saber ni quiénes somos, tras tanta capa de cebolla, ni nos reconocemos, ni

    siquiera nos paramos a preguntarnos si nuestra vida concreta tiene algún sentido, más allá de

    consumir días y de dejar que las horas pasen al ritmo que marca el calendario.

    Hay otro tiempo que no distingue los días laborales de los fines de semana, el invierno del

    verano, el trabajo de las vacaciones…pero para adentrarte en ese tiempo, más bien es un no

    tiempo, has de hacer una pausa y reencontrarte contigo, sino, no te toparás con el real

    sentido, y te perderás a ti mismo.

    Hay un lugar transmental, un espacio infinito que está más allá de los pensamientos, sólo

    desde ahí la VIDA cobra SENTIDO.