Vivimos como especie en clave de supervivencia, el mundo nos parece un lugar de batalla, un hostil campo minado en el que percibimos todo como una amenaza.
Esa concepción de la realidad nos enferma, vivimos con dolores crónicos, exhaustos, peleados, con stress, en posición de alerta constante, a la defensiva previendo cualquier ataque de la realidad que nos derrumbe, tememos todo, es como un terror celular que está grabado en las entrañas, nuestro ADN registra un susto de partida que sobre activa nuestro sistema inmunológico, lo predispone al ataque, es un acto inconsciente, automático, involuntario.
Si no observamos como funcionamos por dentro, estamos sometiendo a nuestro cuerpo a una intensidad contraproducente.
No es natural vivir en ese estado de poca confiabilidad, no es natural sentir que la existencia en un lugar desapacible, porque es el espacio de sostenibilidad constante.
Si cada vez que abro los ojos por la mañana, siento que aquello que me da la bienvenida es desagradable, no tendré ganas de levantarme cada día; y si percibo que al lugar al que mis ojos regresan cuando se cierran cada noche es desapacible, no lograré conciliar el sueño al acabar la jornada, y la noches me parecerán una pesadilla.
Nuestros cuerpos padecen esta percepción de la realidad, nuestras células se enferman si sienten que viven en un lugar poco fiable.
Es muy importante detenernos a observar esto, y hacernos esta pregunta: ¿en qué lugar existencial vivo cada día?,¿ hay una sostenibilidad viviéndome en la que puedo descansar con total confiabilidad?.
No viven igual aquellos de nuestra especie que confían totalmente en la VIDA, que aquellos que la temen; más allá de las circunstancias personales, hay gente que vive asustada constantemente, tienen por base genética el pánico, la desconfianza y la sospecha y luego se relajan de vez en cuando. Es demasiado poco vivir de vez en cuando relajados, no es el estado natural del cuerpo.
De base tener ingredientes en el cuerpo como: la alerta , el control, el ataque , la defensa, la angustia y la soledad; no son ingredientes saludables, esto debilita nuestro cuerpo y nuestra calidad de vida.
Ceder las riendas de nuestra vida a la EXISTENCIA, supone un acto de rendición muy fuerte; para hacer este movimiento hemos de percibir la realidad como un lugar apacible, si no es imposible.
Pretender llevar el control de nuestras vidas es un absurdo, por mucho que lo intentemos, la realidad nos desborda constantemente, todo es impredecible, todo es inesperado; no podemos calcular nada, la realidad es demasiado inmensa para sujetarla con unas manos tan pequeñas y en unos cuerpos tan estrechos. No hay salida en esta forma de percibir la realidad, o comprendemos que no estamos separados de la EXISTENCIA y por eso podemos descansar profundamente en ella, o no encontraremos paz, vayamos donde vayamos.