Para SER plenamente lo que SOMOS, hemos de estar en contacto con nuestra verdad más íntima, esta verdad se nos revela cuando hemos superado los condicionamientos de nuestra personalidad, cuando los afectos, los deseos, las acciones, las creencias heredadas están silenciadas.
En ese SILENCIO se abre un paisaje nuevo para nosotros, ahí descubrimos lo que esencialmente SOMOS, sólo los que se adentran en ese espacio virgen descubren para qué han venido a esta forma física, y cuál es su particular y genuino aporte.
En ese ESPACIO, la EXISTENCIA se comunica con nosotros de forma directa, es como un dictado que nosotros trascribimos para bajar a la materia aquello que a través nuestro ha de ser bajado.
Es sencillo el procedimiento, lo que no es tan sencillo es ir más allá de los condicionamientos, porque estos están demasiado pegados a la piel desde hace tiempo, y nos es muy difícil no identificarnos con ellos.
Yendo más allá de estos condicionamientos, encontramos una diafanía que se comunica con nitidez, solo en esa intimidad no personal, descansamos profundamente.
Las cosas, todo lo que nos ocurre, nos revela sus secretos más íntimos, el universo entero se muestra ante nosotros, y ahí sabemos exactamente los pasos a dar en cada instante, porque ya no estamos nosotros en nuestros pasos, es la REALIDAD la que nos anda y nos vive.
La EXISTENCIA dicta, nosotros obedecemos; se produce una unidad maravillosa que nos conduce mucho más lejos, que lo que la personalidad sugiere.
La EXISTENCIA es un espejo que se refleja en nosotros si estamos limpios y descondicionados.
Nuestra VERDAD más íntima, es el anhelo del alma, lo más profundo, es lo que más nos conmueve, en ese centro, se diluyen nuestras defensas y no podemos sino, colocarnos del todo al servicio de ese anhelo.
Dejamos de tener objetivos personales, todo acontece en otro plano, cuyo alcance es incomparablemente mayor, a todo lo que nuestro pequeño “yo” perseguía anteriormente.
Cuando eso acontece, cuando esa rendición ocurre, fluye algo más sabio y fuerte que nosotros mismos.
Esa intuición, que desde el plano mental y racional, muchas veces ni siquiera llegamos a entender, nos orienta irremediablemente, irresistiblemente, en una dirección nueva y vivificadora.
No hay gozo más sublime que este, es la plenitud completa.
Donde la persona quiere ir, está muy mediatizado por deseos particulares, objetivos personales, y ahí no hay ni plenitud ni descanso, es un saco sin fondo que nos lleva de una insatisfacción a otra.
No hay salida universal, en un ámbito tan estrecho, reducido y local.